El Dilema de la Reversi�n del Resultado
El Dilema de la Reversi�n del Resultado
Con la reversi�n del resultado, los beneficios y los problemas del sistema de doble vuelta adquieren su m�xima dimensi�n. Por un lado, la reversi�n indica claramente que el candidato que hubiese sido electo bajo un sistema de mayor�a simple cuenta con la oposici�n de un sector mayoritario de la poblaci�n. Por otra parte, sin embargo, los problemas de gobernabilidad para el nuevo presidente parecen potenciarse. En primer lugar, resulta claro que el resultado electoral es producto del "consenso negativo" al que se refiere Pachano. La mayor�a artificial, creada en un contexto de polarizaci�n previo a la segunda vuelta, genera un falso sentido de respaldo p�blico para el nuevo presidente, quien r�pidamente puede verse abandonado por la opini�n p�blica. Al mismo tiempo la oposici�n-que ha triunfado en la primera vuelta-tiende a controlar una bancada legislativa m�s fuerte que la del partido gobernante y est� dispuesta a vengar su derrota. Aliados y adversarios comprenden que el principal m�rito que condujo al presidente al poder consiste en haber sido la �nica alternativa disponible frente al candidato derrotado.
El caso de Abdal� Bucaram (1996-97) analizado por Pachano (1997) es un buen ejemplo de este problema. La mayor�a (54% de los votos) lograda por el presidente en la segunda vuelta se fund� en una tendencia electoral adversa al candidato Social Cristiano, quien hab�a ganado la primera ronda con apenas el 23%. El Partido Roldosista (PRE) del presidente apenas obtuvo el 23 por ciento de las curules en el congreso unicameral, y se mostr� incapaz de construir una coalici�n legislativa estable. La conducta del presidente y su entorno r�pidamente erosion� su popularidad (especialmente en la regi�n de la Sierra), y el �ndice de aprobaci�n cay� de 55 por ciento en agosto de 1996 a 8 por ciento en febrero de 1997 (de acuerdo con la consultora Market). En este contexto, el congreso aprovech� las manifestaciones multitudinarias de principios de febrero para declarar al presidente "mentalmente incapacitado" para gobernar. Al justificar esta acci�n, un analista argument� que "es verdad que Bucaram gan� la presidencia con algo m�s de dos millones de votos. Pero tambi�n es verdad que un n�mero igual de votantes estaba en su contra, directa o indirectamente" (Ribadeneira 1997: 4).
Una situaci�n similar hab�a tenido ya lugar en Ecuador en 1984, cuando Rodrigo Borja venci� por un margen estrecho (28.7 a 27.2%) a Le�n Febres Cordero, pero �ste alcanz� la mayor�a en segunda vuelta con el 51.5 por ciento de los votos. Febres Cordero desarroll� una relaci�n altamente conflictiva con el congreso, y casi fue sometido a juicio pol�tico luego del Taurazo (cuando vet� una ley de amnist�a y fue secuestrado por oficiales militares) en 1987.
Otros ejemplos desdichados de reversi�n del resultado son las elecciones que condujeron a Alberto Fujimori (1990) y Jorge Serrano El�as (1991) a la presidencia de Per� y Guatemala, respectivamente. Fujimori, quien pas� del 33% al 62% de los votos en la segunda vuelta, desarroll� una relaci�n conflictiva con la oposici�n que concluy� en el autogolpe de 1992. Serrano, quien obtuvo 26% de los votos en la primera vuelta y 68% en la segunda, intent� seguir los pasos de Fujimori en 1993, pero la oposici�n de la sociedad guatemalteca, de la comunidad internacional y-en �ltima instancia-de los mandos medios del ej�rcito a su autogolpe lo oblig� a abandonar el poder.
No todos los casos de reversi�n del resultado, sin embargo, han conducido a una crisis constitucional. La elecci�n de Leonel Fern�ndez en la Rep�blica Dominicana ilustra este punto. Jos� Pe�a G�mez (candidato del PRD) gan� la primera vuelta de la elecci�n de 1996 con el 41% de los votos contra el 39% de Fern�ndez (PLD). Sin embargo, el Partido Reformista (PRSC) de Balaguer respald� a Fern�ndez en la segunda vuelta, permiti�ndole alcanzar el 51.2% de los votos. Aunque el Partido de Liberaci�n Dominicana (PLD) apenas controlaba el 11 por ciento de las bancas en la C�mara de Diputados, la conformaci�n de un Frente Nacional Patri�tico (del PLD y el PRSC) permiti� lograr una base parlamentaria incial del 52 por ciento de las bancas.5 De la misma manera, el candidato colorado Jorge Batlle triunf� en segunda vuelta en las elecciones uruguayas de 1999, tras recibir el respaldo del Partido Nacional. Y Andr�s Pastrana, quien gan� la segunda vuelta en la elecci�n colombiana de 1998 tras hab�r sido derrotado por su contrincante liberal, consigui� gobernar con apoyo de diversos sectores en el congreso y evitar una confrontaci�n abierta con la oposici�n (su insinuaci�n para clausurar el congreso a trav�s de un referendo en el a�o 2000 fue r�pidamente olvidada cuando los legisladores liberales sugirieron convocar a elecciones generales anticipadas).
Estos ejemplos sugieren que la reversi�n del resultado puede erosionar la gobernabilidad pero no siempre lo hace. La caracter�stica com�n de todos los casos en los que la reversi�n del resultado condujo a una crisis constitucional ha sido un sistema de partidos d�bil y fragmentado. Por el contrario, en sistemas de partidos m�s institucionalizados, y en especial cuando los l�deres partidarios han sido capaces de forjar coaliciones, los efectos negativos de la reversi�n del resultado han sido controlados.
Esta interpretaci�n es cercana a la de Chasquetti (2001) quien argumenta que "los presidentes electos [en segunda vuelta] sin mayor�as legislativas que no forman coaliciones de gobierno mayoritarias" son altamente propensos a confrontar problemas de gobernabilidad. Sin embargo, la hip�tesis desarrollada aqu� estipula m�s precisamente que la reversi�n del resultado en un sistema de partidos poco institucionalizado tiende a generar crisis de gobernabilidad.
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