El Debate Sobre la Doble Vuelta
El Debate Sobre la Doble Vuelta
�Cu�les son las ventajas y los problemas generados por esta transformaci�n institucional? �C�mo podemos evaluar el resultado de esta reforma electoral de alcance regional? Los defensores del sistema de doble vuelta destacan dos ventajas fundamentales de este procedimiento. En primer lugar, se argumenta que �ste fortalece la legitimidad del presidente electo, no solamente porque garantiza la superaci�n del umbral electoral fijo (Mart�nez 2002), sino tambi�n porque permite que el electorado mismo dirima la contienda en forma directa1. En segundo lugar, el sistema de balotaje tender�a a fortalecer la gobernabilidad democr�tica, al garantizar un presidente con amplio respaldo popular y promover la formaci�n de coaliciones electorales entre la primera y la segunda vuelta que f�cilmente podr�an transformarse luego en coaliciones de gobierno (v�ase Chasquetti 2001).
Los cr�ticos del balotaje sostienen que la doble vuelta dif�cilmente cumple con estas promesas. En primer lugar, la supuesta legitimidad derivada del amplio respaldo electoral al presidente puede ser artificial e inestable. Sim�n Pachano (1997), por ejemplo, ha argumentado que los votantes ecuatorianos perciben la segunda vuelta como la instancia para elegir el "mal menor" (es decir que votan contra el perdedor m�s que en favor del ganador). "En un pa�s como Ecuador, con partidos relativamente d�biles y alta volatilidad electoral, la segunda vuelta es nociva para el sistema pol�tico. Esta sirve para crear un consenso negativo." Dado que los partidos d�biles no pueden controlar a sus electores, "el candidato ganador llega al poder sin compromises y no hay un acuerdo pol�tico con otros sectores que permita equilibrar al gobierno" (entrevista con Sim�n Pachano, noviembre de 1999).
Al mismo tiempo, autores como Matthew Shugart (Shugart y Carey 1992, Mainwaring y Shugart 1997) y Mark Jones (1994) han sostenido que el sistema de doble vuelta genera menores incentivos para el voto estrat�gico y por ende favorece el incremento del n�mero de partidos-lo que en el largo plazo tender�a a fragmentar el caudal inicial de votos para los candidatos presidenciales. Kenney (1998) y Yaff� (2002) han cuestionado con buenas bases emp�ricas este argumento, pero el debate sobre este punto a�n no est� cerrado.
En segundo lugar, existe la posibilidad de que el sistema de doble vuelta promueva, en forma indirecta, problemas de gobernabilidad en lugar de resolverlos. Aunque las elecciones legislativas y presidenciales sean t�cnicamente simult�neas, la elecci�n legislativa se define en la primera ronda, lo que pr�cticamente garantiza que el presidente electo en segunda vuelta (esto es, que no ha alcanzado una mayor�a electoral inicialmente) carecer� de respaldo legislativo mayoritario. Este problema podr�a resolverse si la doble vuelta efectivamente incentivara la formaci�n de coaliciones pol�ticas sostenibles. Chasquetti (2001: 20), sin embargo, ha sostenido que este argumento "carece de sustento emp�rico." "La evidencia, sin ser concluyente, parece indicar que la situaci�n minoritaria en el Congreso se agrava cuando el presidente es electo en segunda vuelta, pues existe un contraste considerable entre sus menguados apoyos legislativos y el sobredimensionado apoyo logrado por el presidente en la segunda ronda del balotaje" (Chasquetti 2001: 25).
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