Las odiseas del siglo XXI
Las odiseas del siglo XXI
Lo que queda claro del desempeño democrático de 2000 es que América Latina está llena de luces y sombras. Por un lado, en medio de grandes dificultades económicas, sociales y políticas, la democracia se
consolida en casi toda la región, pese a los cantos de sirena de unos cuantos neopopulistas emergentes. De todas formas, resulta cada vez más claro que la construcción de la democracia es una tarea en la que debe involucrarse
toda la sociedad y que las ayudas o las zancadillas externas no son fundamentales en un proceso que responde básicamente a las fuerzas propias de cada país.
Una de las primeras pruebas de fuego en materia electoral de este nuevo siglo es la elección presidencial en Perú. Su desenlace tendrá importancia no sólo nacional sino también regional, ya que permitirá
desactivar algunas de las tendencias claramente autoritarias existentes en América Latina. Pero este camino requiere de un claro respeto a las reglas del juego. Ya se ha visto en el pasado como los intentos de cambiarlas en mitad del partido,
para favorecer segundas o terceras reelecciones no tuvieron buen final. Cardoso, Menem y Fujimori pasaron brillantemente la primera prueba, pero los dos últimos terminaron en el esperpento cuando intentaron tripetir. Mientras Fujimori
sobrevive en Tokio, Menem polelea con una exuberante chilena que lo dobla en edad. Afortunadamente la cordura se impuso una vez más en el Brasil y el presidente Cardoso no va a intentar alocadas aventuras que pongan en peligro el futuro
institucional de su país. Este es el sino de los tiempos, en el cual los pueblos latinoamericanos deben estar preparados para pedir más responsabilidades a sus dirigentes en vez de buscar las causas de sus males y a los culpables de los
mismos en el extranjero.
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