Democracia, participaci�n y opini�n p�blica
Democracia, participación y opinión pública
Contrastando con la euforia propia de los procesos democratizadores latinoamericanos de principios de la década de 1990, la actualidad está marcada por el desánimo y la preocupación, no sólo por las dificultades
económicas sino también por las amenazas a la estabilidad democrática. Algunos datos del Latinobarómetro marcan el sentir de la opinión pública ante los fenómenos señalados. En primer lugar,
habría que constatar el bajo porcentaje de confianza interpersonal, situado para 2000 en el 16%, la cifra más baja de los últimos cinco años. En México y América del Sur la media es del 17%, aunque
fluctúa entre el 4% de Brasil, el 12% de Argentina y el 34% de México. Peor está América Central, con Honduras y Nicaragua a la cabeza, donde sólo el 14% piensa que puede confiar en la mayoría de las personas
o, dicho de otra manera, que uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los demás. Lo grave no es sólo el porcentaje, sino que éste ha caído 15 puntos en tres años. Las cifras reflejan las
dificultades para afianzar aquellas instituciones democráticas que necesitan de la confianza de los ciudadanos. La corrupción, el descrédito de los políticos y de los partidos y el mal funcionamiento de la justicia abonan,
sin lugar a dudas, esta situación.
Sin embargo, la mayoría de la población sigue pensando que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Si la media regional es del 60%, en América Central, con un 64%, hay más gente que sigue
creyendo que la democracia es preferible en algunas circunstancias a un gobierno autoritario. En México y América del Sur hay un 58%. Aquí también hay grandes variaciones regionales, destacando Costa Rica y Uruguay, con un
83 y un 84% respectivamente. Mientras en Argentina un 71% piensa que la democracia es preferible a cualquier otro sistema, un 16% justifica que en algunas circunstancias un gobierno autoritario puede ser mejor que uno democrático, mientras que
un 11% sostiene que "a la gente como uno" le da lo mismo un régimen democrático que otro no democrático. En el otro lado encontramos los casos de México y Brasil. Si en México el apoyo a la democracia es del 45% (un
19% apoyaría un gobierno autoritario y a otro 19% le da lo mismo), en Brasil las cifras son más preocupantes. El respaldo a la democracia es del 39%, a los gobiernos autoritarios del 24% y le da lo mismo a un 28%.
Pese a la confianza en el sistema democrático, el grado de satisfacción de los ciudadanos con la democracia que tienen es escaso. En toda América Latina un 37% de la población está satisfecha o muy satisfecha con
la democracia. Es en Paraguay, Nicaragua y Brasil donde los porcentajes de satisfacción son menores, un 12, 16 y 18% respectivamente. Sin duda, estas cifras tienen que hacer pensar a los gobernantes y a los políticos en la calidad de la
democracia existente en sus respectivos países y en el futuro de la misma democracia de persistir esta tendencia. La pregunta sobre la confianza en las instituciones refuerza lo dicho hasta ahora, siendo la Iglesia (70%) y las Fuerzas Armadas
(43%) las instituciones más valoradas, mientras que los partidos políticos (20%) y el Parlamento (28%) son los menos reconocidos. Los presidentes (39%) se encuentran en un plano intermedio.
Otra variable importante en este punto es la participación electoral, ya que una baja asistencia a las urnas es un serio obstáculo en la construcción de una cultura política que fomente el compromiso ciudadano y el
afianzamiento democrático. En América Latina el voto es obligatorio en la mayor parte de los países, salvo Colombia y Nicaragua, donde es optativo. La participación ha seguido patrones diferentes en cada país
durante la década de los 90. En Chile y Uruguay está por encima del 90%, y Costa Rica, Argentina, Nicaragua y Brasil superan el 80%. Por el contrario, en Colombia y El Salvador la participación es inferior al 40%. De todos modos,
la mayor parte de las naciones tiene unos índices de participación electoral entre el 70 y el 80%. Lo que se observa a lo largo de la década son constantes subidas y bajadas en las curvas de participación, lo que indica
que no hay una tendencia claramente descendente y que hay grandes diferencias de un país a otros. Mientras en Ecuador, Venezuela y El Salvador la participación descendente indicaría un cierto desencanto con la política, en
otros tres países (República Dominicana, Paraguay y Panamá) la tendencia es al alza.
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