Los problemas de la regi�n andina
Los problemas de la región andina
En la zona andina encontramos los mayores problemas y sinsabores que afronta actualmente la democracia en América Latina. En Bolivia, el presidente Banzer no ha podido mantener la buena senda de sus dos predecesores, que habían
sabido compaginar el ajuste económico con la gobernabilidad del país. El problema del narcotráfico y los campesinos cultivadores de coca no es el único al que no ha sabido darle cumplido ejemplo. Perú todavía
no se ha repuesto de la fuga del tándem Fujimori-Montesinos y afronta con muchas incertidumbres su nueva transición a la democracia. El mayor problema es la falta de una alternativa unificada, ante la debilidad de una oposición
que de seguir por el camino previsible presentará a las elecciones de abril a varios candidatos. Por su parte, Ecuador dolarizado y atenazado por conflictos étnicos y sociales, no termina de encontrar la senda de la necesaria
estabilidad.
No pudo ser. Las elecciones presidenciales de 2000 no permitieron la alternancia en el Perú y el triunfo opositor se quedó en la mera denuncia del fraude cometido contra el pueblo peruano y la democracia. Las denuncias por las
amenazas a la limpieza del sufragio eran numerosas, comenzando por la falsificación de un millón de firmas para legalizar la agrupación oficialista Frente Independiente Perú al 2000. La operación fue denunciada por
El Comercio, uno de lo pocos órganos de prensa independientes que durante el fujimorismo quedaban en el país. Al igual que en otros casos, el poder respondió inmediatamente, como ocurrió con Baruch Ivcher, el propietario
del Canal 2-Frecuencia Latina, desposeído de la nacionalidad peruana y de la dirección del canal, y llovieron las denuncias sobre el diario por delitos fiscales. También se hablaba de padrones mal confeccionados, de
policías y militares inscritos para votar, de robos de urnas y, lo que ya es una evidencia, del manejo indiscriminado de los medios, especialmente la televisión en abierto, por el poder para desinformar a la población sobre el
proceso electoral. Era tal la amenaza sobre el futuro de la democracia peruana que el Instituto Nacional Demócrata y el Centro Carter señalaron que el proceso electoral todavía "no ha alcanzado los niveles exigidos por las normas
internacionales para las elecciones democráticas". En la misma línea, Julio Cotler, uno de los más serios estudiosos de la realidad peruana, decía que eran "las elecciones más sucias, menos competitivas y menos
libres" en el último medio siglo de historia del Perú, incluidas las convocadas por el dictador general Odría, que hizo encarcelar al candidato opositor y después obligó a los electores a acudir y votar por
él, el único candidato que se presentaba. Completaba la idea señalando la paradoja de que los plebiscitos convocados por la dictadura de Pinochet y por los militares uruguayos para refrendar sus constituciones no tuvieron ni la
sombra ni las sospechas de elecciones amañadas como éstas.
Junto a las elecciones presidenciales se celebraron las parlamentarias que debían renovar la totalidad de los escaños, 120, del Congreso unicameral. De acuerdo con los resultados de entonces, desvirtuados posteriormente por la compra
de diputados por el oficialismo fujimorista y por los desplazamientos "naturales" luego de la deriva presidencial al ridículo y al desastre, el partido de Fujimori obtuvo 52 actas, lo que lo colocaba a 9 de la mayoría absoluta. La menor
importancia de esta elección en relación con la presidencial la da el hecho de la abstención, que pasó del 17,71% en las presidenciales al 36,31% en las legislativas. Esta cifra muestra que una parte nada desdeñable
de los votantes sólo sufragó por Fujimori o bien que los encargados del fraude sólo se preocuparon por cumplir los deseos del patrón, olvidándose de los diputados.
El espectacular ascenso del candidato de Perú Posible, Alejandro Toledo, forzó una segunda vuelta, celebrada el 28 de mayo, algo impensable cuando comenzó la campaña electoral. Sin embargo, ante el temor de que un
reinado de quince años quedara trunco el tándem Fujimori - Montesinos no dudó en protagonizar episodios de mayor fraude con tal de mantenerse en el poder. Ante esto es importante no caer en el voluntarismo y no equivocarse. Si
Fujimori ganó en la primera vuelta no es sólo por haber montado una de las mayores farsas electorales que haya conocido el Perú. Hoy, como ayer, para ganar las elecciones no basta con trampear, hay que tener un importante
respaldo popular y el Chino lo tenía, a diferencia de Milosevic, que intentó montar una operación similar a la de Fujimori, aunque la movilización popular en este caso concreto le obligó a dimitir. La
población estaba dividida al cincuenta por ciento y el fraude fue únicamente la espita que convirtió el empate en victoria. Decía un amigo y buen intelectual peruano que parte de la gente mantenía su fe en Fujimori
"por muchas razones: conservadurismo, gratitud, temor, amenaza, desconocimiento de otras opciones, manipulación de parte de los brutales sistemas de control de la información que han logrado montar". Al mismo tiempo, la
oposición, que englobaba a la otra mitad, fue incapaz de ganar, tanto por el fraude como por sus propias limitaciones: un líder, Toledo, en estado de maduración y falta de unidad y de un claro programa alternativo.
Después de la primera vuelta Fujimori confiaba en que la oposición interna terminara una vez más desarticulada y paralizada por los choques estériles de sus líderes y que la oposición internacional se
aplacara ante los éxitos económicos y la teoría del mal menor (yo o el caos). Para ello contaba con unos generales totalmente adictos al poder (se negaban a cambiar so pena de ser investigados) y con la miopía de numerosos
gobiernos del mundo, especialmente los de la región, que se negaban a condenar a un gobierno ilegítimo. Por eso Toledo se equivocó al no acudir a la segunda vuelta, donde Fujimori ganó con el 75% de los votos. Pese a que
el voto es obligatoria, y la incomparecencia a las urnas se castiga con multa en dinero, el número de votos descendió en relación a la primera vuelta, la participación bajo del 85,3% al 82,29%, y también
aumentó considerablemente el número de votos nulos, que fue el más alto de la historia de las elecciones presidenciales peruanas. La estrategia de Alejandro Toledo en la segunda vuelta fue el voto nulo, al punto que las boletas
con la frase "Perú Posible -No al Fraude" logró porcentajes importantes, superando en algunos lugares los sufragios favorables a Fujimori. A ello habría que agregar que algunos electores votaron por Toledo, lo que muestra que
bastantes ciudadanos desconocían la consigna del candidato opositor y las dificultades que tuvo para difundir su mensaje. Si se suma los que no fueron a votar, los que votaron en blanco, nulo o por Toledo la cantidad obtenida supera el
número de votos favorable a Fujimori, a tal punto que algunos analistas especulaban que allí residía el motivo de la negativa gubernamental a aplazar la elección dos semanas.
Dejemos para el final andino a Colombia y Venezuela, que para colmo de males ven como las relaciones bilaterales caminan por una peligrosa escalada de crispación, debido básicamente a la conducta irresponsable del presidente
Chávez y su gobierno que flirtea con la guerrilla colombiana y que incluso se plantea reconocer su status de parte beligerante en el conflicto. Colombia debe enfrentar simultáneamente la amenaza de la guerrilla, del narcotráfico
y de los paramilitares. El Estado controla actualmente menos de la mitad del territorio nacional. Si las cosas eran difíciles, Pastrana se empeñó en un diálogo absurdo que de momento sólo ha servido para regalar un
vasto territorio a las FARC, un territorio que no sólo sirve de base para un diálogo que no termina de arrancar, sino que también es base de adiestramiento y aprovisionamiento a los distintos frentes guerrilleros, lugar de
emplazamiento de los campos de concentración donde se hacinan los rehenes militares y policiales en poder de la guerrilla, o donde los capturados en las pescas milagrosas esperan el pago del rescate. Mientras la guerrilla siga siendo un gran
negocio, y gracias a la protección mafiosa del narcotráfico, a los secuestros y a otros negocios colaterales lo es, la negociación tiene escaso futuro en Colombia.
En Colombia, en medio de las difíciles condiciones existentes a causa de la guerra, hubo elecciones locales el domingo 29 de octubre. En este caso se eligieron casi 1.000 alcaldes, aunque en numerosas zonas la ausencia o inexistencia del
Estado restó a los comicios la necesaria legitimidad. En la capital Bogotá ganó el candidato independiente y ex alcalde Antanas Mockus, actualmente cercano a la ex-ministra de Asuntos Exteriores Noemí Sanín. En las
demás ciudades, también se puso en evidencia un retroceso de los partidos tradicionales. El oficialista partido Conservador perdió en Medellín la segunda ciudad del país y en Cauca -distrito de tradición
conservadora- se impuso un líder indígena. El partido Liberal obtuvo una cantidad de triunfos importantes, superando ampliamente al Partido Conservador. En San Vicente de Caguán, fue derrotado un candidato que se muestra como
cercano a la guerrilla. Las elecciones municipales fueron una muestra más del peligroso camino que ha adoptado la política colombiana. El descrédito de los partidos políticos es mayúsculo y para colomo una serie de
ONG´s totalmente irresponsables se empeñan en hacerlo mayor. Lo patético del caso es que en defensa de intereses puramente sectoriales y llenándose la boca con la palabra mágica de la "defensa de la sociedad civil"
esas ONG´s que abominan de la política, pero fundamentalmente se dedican a hacer política, poco colaboran con el proceso de pacificación y con la reconstrucción del país. Para colmo, los líderes
políticos y los dirigentes partidarios insisten en ser "independientes", como ocurrió con María Emma Mejía que en vez de presentarse a las elecciones municipales como candidata del Partido Liberal, hasta ahora su partido,
apostó por la "independencia" y perdió.
Venezuela afronta la peligrosa explosión populista del comandante Chávez, asentada en el desplome de AD (Acción Democrática) y COPEI, los dos partidos tradicionales. Con un sesgo marcadamente demagógico, un filo
izquierdista (ver su romance con Fidel Castro) y sostenido en el precio del petróleo, su gestión comienza a ser un grave problema para sus vecinos, especialmente si se siente tentado a utilizar parte de los recursos petroleros a
promover la revolución bolivariana en el resto del continente, como intentó hacer su maestro Fidel en los 60 y 70, intentando exportar la lucha armada y la revolución socialista al resto de América Latina. Los
despropósitos del gobierno son innumerables como prueba el aplazamiento de las llamadas "megaelecciones" que debían servir para renovar todos los cargos del Estado, desde el presidente a los consejos municipales, convocadas inicialmente
para el 28 de mayo. Otra prueba del mismo tenor es el plebiscito convocado en diciembre último para aprobar su "revolución obrera", que pasaba por el desmantelamiento de los sindicatos tradicionales, paso previo para la
instauración del sindicato único. Este episodio de "democracia popular" contó con la abstención del 77% de los votantes y sólo el 66% de quienes acudieron a la urna votaron por el sí al proyecto
gubernamental. En el mismo día que el mencionado plebiscito, estaban convocadas elecciones municipales, pero la abstención deslegitimó la elección de los casi 5.500 concejales que estaban en juego. Sólo votaron
2.200.000 personas, el 22,1% del censo electoral. En esta ocasión, el oficialismo logró casi el 65% de los cargos electos.
En las elecciones presidenciales del 30 de julio votó sólo el 56,50% del censo electoral. El candidato "opositor", Francisco Arias Cárdenas, surgido de las mismas entrañas del régimen, fue incapaz de ganar al
presidente Chávez, que todavía cuenta con el favor popular, como muestran los resultados: un 56% frente a un 36% de Arias. Sin embargo, pese a la magnitud de su victoria, ésta fue insuficiente para conseguir la mayoría de
dos tercios en el Congreso, que le hubiera permitido gobernar sin ningún tipo de cortapisas. Por eso no podrá nombrar o remover a su voluntad a los miembros del Tribunal Supremo, la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo o la
Contraloría de la República; tampoco podrá hacer aprobar impunemente leyes especiales, como votos de censura o leyes orgánicas. De todos modos, el balance no fue nada malo para el Movimiento Quinta República (MVR),
la heterogénea y aluvional coalición gubernamental que apoya al presidente, ya que obtuvo 93 bancas de las 165 que tiene el Parlamento (un 57%) y 17 de los 24 gobernadores estatales. Paradójicamente, la tradicional Acción
Democrática (AD) salió reforzada del comicio, al alzarse con el 20% de los escaños del Parlamento.
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