�Giro a la izquierda en Am�rica del Sur?
¿Giro a la izquierda en América del Sur?
Cuando en octubre de 1999 triunfó en Argentina el candidato de la Alianza centroizquierdista, el radical Fernando de la Rúa, que acabó con la larga década menemista, y ante lo que parecía un posible triunfo del
candidato del FA uruguayo se reforzó la idea del cambio. Por eso, algunos intelectuales renombrados, como Carlos Fuentes, dieron rienda suelta a su imaginación y soñaron con nuevos escenarios y nuevos rostros, como los de De la
Rúa, Tabaré Vázquez o el chileno Ricardo Lagos, en el paisaje político latinoamericano del siglo XXI. Otros, como Mario Benedetti, al analizar el triunfo del FA en la primera vuelta electoral hablaron del Uruguay real y
del otro. El Uruguay real sería el del cambio, el de la transformación, el del progreso, el otro el del inmovilismo y el conformismo, el del establishment económico y de los poderes fácticos. Sin embargo, el otro
Uruguay se impuso en la segunda vuelta, recordando nuevamente que la realidad es más compleja de los esquemas simples y lineales. Jorge Batlle obtuvo el 51,6% de los votos y Tabaré Vázquez sólo el 44%. El vuelco se
debió al apoyo del Partido Blanco al Colorado, en aras de evitar que los marxistas llegaran al poder, que llevó a los más recalcitrantes militantes blancos a votar por sus architradicionales enemigos. El resultado abunda
en la incapacidad del FA para conquistar votos en el centro. El radicalismo de sus propuestas y un estilo que mantiene demasiados tics de la Guerra Fría (Vázquez despidió a sus seguidores después del fracaso electoral con
el guevariano saludo de Hasta la victoria siempre) sólo sirvieron para asustar a un electorado demasiado conservador, especialmente en las zonas rurales. Una de las singularidades uruguayas frente a sus vecinos sudamericanos es el
envejecimiento de la población. Un 30,4% del censo electoral (más de 730.000 personas) son jubilados y pensionados, cifra que contrasta con los 70.000 votantes incorporados este año.
Algunos analistas, especialmente los más desconocedores de la realidad local, hablan de un voto inmovilista, negando la labor de Julio María Sanguineti, uno de los mejores estadistas de la actualidad latinoamericana, en los
últimos años, que entre otros logros redujo la población que vive en la pobreza del 14 al 6%. Si bien la devaluación de la moneda brasileña y las zozobras del Mercosur provocaron un cataclismo en la economía
uruguaya, con descenso de las exportaciones y aumento del desempleo, sin las reformas económicas recientes la caída podría haber sido peor. ¿Ganará la izquierda en el 2003? ¿Será posible un giro a la
izquierda en América Latina, paralelo al retroceso de las políticas económicas conocidas como neoliberales? La respuesta a la primera pregunta depende básicamente de la capacidad de los dirigentes del FA de ampliar
(valga la redundancia) sus alianzas hacia el centro, rebajando el radicalismo de sus propuestas. Allí donde el centro izquierda ha triunfado (Argentina) o puede hacerlo (Chile) es porque ha conformado alianzas con otras fuerzas más
centradas (el Partido Radical o la DC) sin cuestionar el modelo económico, mientras que en Uruguay y Brasil el Frente Amplio y el PT de Lula han apostado por mantener sus señas de identidad. Numerosos países de América
Latina necesitan una pasada por la izquierda para consolidar la democracia y reforzar la gobernabilidad. Pero la alternancia no es un regalo del poder, sino una conquista basada en los propios logros (y en los errores ajenos) y para eso hay
que trabajar seriamente y, a veces, encontrar terceras o cuartas vías.
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