Tendencias latinoamericanas
La crisis ha producido un aumento del apoyo a la democracia y una disminuci�n de la evaluaci�n de los gobiernos
Entrevista a Marta Lagos, Directora de Latinobar�metro, Chile
29 de Agosto de 2002
Me parece notable que haya todav�a un 60 por ciento de latinoamericanos que quieran la democracia, a pesar de los fracasos y malas gestiones de los gobiernos
Respecto de los resultados que arrojó el Latinobarómetro en 2001, ¿Cómo sintetizaría las principales novedades de la encuesta de este año?
En primer lugar, hubo una sorpresa. A la luz de la crisis de 2002 en América Latina, la expectativa mayoritaria de quienes ya conocen el estudio, era que el apoyo a la democracia iba a sufrir una fuerte baja por segundo año consecutivo. Ya habíamos visto una baja en los dos últimos años y se pensaba que dada la acentuación de la crisis se iba a incrementar.
En primer lugar, hubo una sorpresa. A la luz de la crisis de 2002 en América Latina, la expectativa mayoritaria de quienes ya conocen el estudio, era que el apoyo a la democracia iba a sufrir una fuerte baja por segundo año consecutivo. Ya habíamos visto una baja en los dos últimos años y se pensaba que dada la acentuación de la crisis se iba a incrementar.
Sin embargo, los resultados nos dicen lo contrario: la crisis, que en algunos países es muy profunda, especialmente en Argentina, Colombia y Venezuela, ha producido un aumento del apoyo a la democracia y una disminución de la evaluación de los gobiernos. Es decir, vemos por primera vez en América Latina (cosa que no se había visto con esta intensidad anteriormente) que los ciudadanos empiezan a distinguir el régimen democrático como un sistema de gobierno, versus el gobierno de turno. De alguna manera, las elecciones que se producen en la región, como la elección de Fox, de Toledo, las elecciones de Costa Rica, en Honduras, por ejemplo, producen un aumento y una mayor expectativa y demanda sobre la democracia, incrementando considerablemente los puntajes de apoyo en esos países.
No sólo eso, sino que en países en crisis como la Argentina, aumenta el apoyo a la democracia aumentando la distancia al apoyo del gobierno. Entonces, mientras los argentinos quieren democracia, apenas un 8 ó 10 por ciento apoya al gobierno de turno.
¿Cómo debe leerse esto?
Aún cuando son malas noticias para el día de hoy, son muy buenas noticias para el día de mañana, porque independientemente de la cantidad de inestabilidades coyunturales presentes, eso indica que los ciudadanos argentinos no se van a conformar con algo menos que ellos no califiquen como democracia. Van a hacer lo posible para que algún tipo de democracia se instale definitivamente y les solucione los problemas, por encima de un régimen autoritario, por encima de un régimen militar.
La expectativa era exactamente la contraria: que en un momento de crisis la gente dijera “la democracia no funciona, vengan los militares”, y por fortuna, se dio todo lo contrario.
En otras variables sí se aprecian cambios. Tal vez lo que temíamos ver repercutir en la valorización de la democracia, apareció en otros lugares, como valores de nacionalismo económico...
Lo que sucede es que en estas debilidades, en estas crisis, aparecen también opiniones contradictorias. Siempre me gusta dar un ejemplo muy femenino pero muy claro: “La democracia es como Claudia Schieffer”. A todas las mujeres les encantaría ser una modelo top, tener 20 kilos menos, y hacen dietas, van a la peluquería y se hacen masajes y operaciones para intentar ser como Schieffer. Ahora, no todo el mundo lo logra y en el camino muchos se dan por vencidos. Efectivamente, la conformación de lo que la democracia termina siendo en cada país, es el resultado de lo posible en el camino de intentar ser una Claudia Schieffer, y es un camino lleno de tentaciones, como comerse todos los pasteles, darse por vencidos, etcétera.
Tenemos todavía un 50 por ciento de gente que dice que no le importaría que en algún momento llegara un gobierno autoritario. Eso es un poco cínico, porque es como decirles a los políticos: “Si usted no me da lo que yo quiero, yo tengo aquí un arma con la que puedo amenazarlo”. De todas formas, no interpreto esto como una regresión autoritaria, sino más bien como un arma que la ciudadanía tiene y que sabe que la tiene porque es conciente de lo que significa hoy en día, en términos de globalización, no ser un país democrático.
En ese sentido, tanto la economía como la democracia no tienen competidores en América Latina y los ciudadanos se dan cuenta al apoyar “casi a ciegas” este sistema democrático, de que es el único sistema mediante el cual pueden competir en el mundo globalizado. No van a ser aceptados como actores si no tienen un mínimo de reglas que le aseguren al resto del mundo que ellos son un país democrático.
Por lo tanto, esa amenaza externa de no ser integrado como un actor válido, hace que también se refuerce este incremento de la democracia a propósito de todos los ojos que están puestos hoy en día sobre América Latina, donde tantos le temen a la regresión autoritaria.
¿Qué dice el Latinobarómetro 2002 sobre la visión de las instituciones?
Así como con la democracia uno ve que la gente por una parte elige (en términos teóricos) y por otra parte castiga a los gobiernos, en cuanto a los Partidos Políticos y el Congreso, por ejemplo, vemos que un 50 por ciento considera que tanto los Partidos como el Congreso son instituciones necesarias para que funcione la democracia. La mitad de los latinoamericanos tienen una noción correcta de cuál es la función de esas dos instituciones en la democracia. No obstante, a la hora de preguntarles si tienen confianza en la manera en cómo funcionan esas instituciones en su país, apenas hay un 14 por ciento de confianza a los Partidos. Nuevamente el latinoamericano castiga al proceso, al ejercicio de la institución, y castiga a la persona que ejerce la función en nombre de ese Partido Político. Ahí hay un contraste entre el reconocimiento de la función teórica y el castigo al ejercicio real.
Eso también es una buena noticia en cierto modo, y es una mala noticia para aquellos que están siendo castigados en el país correspondiente. Cuando un Partido tiene sólo 14 por ciento de apoyo, y apenas una parte muy mínima de los electores hoy día votan con lealtad de partido y la mayor parte son capaces de votar por un candidato populista, eso puede augurar muchas inestabilidades.
Creo que lo que vamos a ver en el futuro es gente dispuesta a salir a la calle, a elegir a candidatos que van más allá de los partidos y que se declaren no políticos, justamente porque los propios políticos han desprestigiado a la política.
¿Qué surge de esta última encuesta en materia de expectativas de cambio?
En primer lugar, en la parte de los indicadores de la encuesta se encuentra una gran sobredemanda de las expectativas económicas. Mientras los latinoamericanos piensan que en 10 años ellos van a haber alcanzado el nivel de vida que les corresponde, consideran que los países en los cuales viven se van a demorar 20 años en llegar a ser un país desarrollado. Se percibe un desface en cuanto a que los latinoamericanos quieren ir más rápido que lo que saben que van a ir sus países.
Esa presión de expectativas que se da no sólo con respecto a los bienes políticos que mencionamos sino también con respecto a estos bienes económicos (materiales, acceso al consumo, etc.) está produciendo una gran demanda a través de este incremento de la sociedad civil que puede no estar articulada de una forma que permita el ejercicio de una democracia propiamente dicha. Lo estamos viendo en el caso de Venezuela, donde la gente sale a la calle cada vez que necesita algo y expresa su necesidad en la calle.
En los datos estamos viendo que efectivamente la gente está dispuesta a salir a la calle a defender sus derechos, porque durante 10 años le dijeron “señores, aquí hay una democracia y estos son sus derechos”. Ellos aprendieron y ahora los están demandando. Si eligen a un candidato populista, a un candidato que promete más de la cuenta, le va a pasar lo que le está pasando al presidente Toledo en Perú, que en el espacio de un año perdió el 50 por ciento de apoyo de su gente porque el gobierno no logró llenar las expectativas que creó durante la campaña.
¿Cuáles son las demandas prioritarias de la sociedad en América Latina?
Empleo y estabilidad en el empleo son las prioritarias: el 57 por ciento de los latinoamericanos cree que en los próximos 12 meses pueden perder su empleo. La percepción de inestabilidad en el empleo, sumada al desempleo existente, produce una situación realmente explosiva desde el punto de vista de las demandas.
La gente quiere tener un empleo donde su horizonte sea un poquito más largo que un par de meses. Creo que si los gobiernos logran satisfacer de alguna manera la creación de empleo y logran crear reglas del juego para producir estabilidad en el empleo, entonces las expectativas pueden retomar un camino más razonable para augurar más paz social. Pero mientras no haya empleo y más estabilidad, considero que las demandas sociales van a ser terriblemente fuertes.
A diferencia del pasado, donde siempre hubo desempleo y también había más pobreza que ahora, hoy en se les dio a la gente instrumentos para ser ciudadanos e instrumentos para expresarse a través de la democracia, por lo que aquellos que antes no tenían voz, hoy están saliendo a la calle.
Hoy la gente se da cuenta que la democracia le sirve para cambiar el gobernante y eso puede producir mucha inestabilidad en un país determinado en un momento determinado. No necesariamente significa que van a poner ahí a un militar o que vaya a haber revoluciones de izquierda, más bien creo que van a haber revoluciones democráticas, con demandas reales y necesarias.
Hacer la democracia con pobreza es muy complejo. No se toma suficientemente en cuenta el nivel de desigualdad cuando se piensa cómo puede funcionar una democracia cuando el 30 ó el 40 por ciento de un país no tiene los niveles necesarios de subsistencia en una sociedad establecida modernamente.
El problema de América Latina son las desigualdades, y los problemas de la democracia se producen a propósito de la existencia de las desigualdades.
Desde este punto de vista me parece notable que haya todavía un 60 por ciento de latinoamericanos que quieran la democracia. A pesar de las dificultades que hay, a pesar de los fracasos y malas gestiones de los gobiernos, la gente todavía sigue soñando que puede ser Claudia Schieffer, aún cuando ya veinte veces no le resultó la dieta.
¿Si tuviéramos que hacer una tipología de América Latina a partir de los principales indicadores del Latinobarómetro, cómo podríamos dividirla?
Es muy fácil. Al principio de la lista estarían los países más abiertos social y culturalmente y más democráticos. En este caso, Costa Rica y uruguay ocupan el primero y segundo lugar respectivamente. La Argentina estaba en tercer lugar antes de la crisis, pero ahora no está en ninguna categoría porque es una categoría en sí misma.
Al final de la lista está Paraguay, como el país que tiene un 40 por ciento de actitudes antidemocráticas. Concretamente prefiere el autoritarismo a la democracia. Diría que es el país en que más fácilmente se puede predecir que puede haber un retorno autoritario, ya que cualquier gobierno autoritario en el Paraguay gozaría de una parte importante de la población a favor de ellos. Algo que no se daría en ningún otro país de América Latina.
Después hay países como Ecuador y Brasil, que también tienen situaciones complejas respecto a sus actitudes democráticas, pero son más bien situaciones de perfiles distintos que no necesariamente son autoritarios. Brasil es un país donde hay muy baja confianza, donde el apoyo a la democracia es mucho más débil, pero no hay apoyo al autoritarismo. Y en el medio están Chile, Venezuela, México y el resto.
Entrevista de Julio Burdman