7. Consideraciones finales
7. Consideraciones finales
La primera conclusi�n que surge de nuestro an�lisis es que el apoyo a la democracia que ven�a siendo alto y estable hasta el a�o 2000, cay� bruscamente en el 2001, pasando del 60% al 48%. Por su parte, las encuestas de opini�n muestran en forma consistente que los ciudadanos tampoco est�n satisfechos con el funcionamiento de la democracia (tres de cada cuatro latinoamericanos est� disconforme) y el nivel de satisfacci�n cay� del 37% al 25% en el 2001.
Sin embargo, pese a lo generalizado de esta situación de descontento, las consecuencias políticas de este fenómeno han sido muy distintas y variadas en las diferentes subregiones y países. Así, en algunos casos,
las encuestas señalan lo que algunos han calificado de nostalgias de tipo autoritario que, de hecho, han conducido al poder, ahora con la mayoría de votos en elecciones libres y competitivas, a caudillos militares con claros
antecedentes golpistas. En otras partes, el descontento ha determinado la aparición de un movimentismo político de nuevo tipo que ha empezado a reagrupar fuerzas hasta ahora dispersas, en una recomposición de las fracciones de
izquierda de los años 60s. En otros casos, se han producido los fenómenos políticos del transfugismo, en el que antiguos dirigentes de partidos se erigen en críticos de los partidos, y del "outsider", cuya credencial
principal es su irrupción novedosa en la vida política. En ambas modalidades el discurso adquiere un claro matiz anti-partido y anti-político, acompañado de un fuerte sesgo personalista. Como vemos, cuando la democracia
recibe un apoyo únicamente instrumental, el sistema queda más vulnerable al sabotaje de líderes que ofrecen soluciones efectivas a los problemas del país a cambio de una escaso control en el ejercicio de sus poderes
(democracias delegativas).
El resultado final, más allá de las variantes adoptadas, es cuando menos preocupante, sobre todo porque un buen número de las formaciones partidarias no parecen haber sabido responder a los nuevos retos. En algunos
países, el sistema de partidos se ha visto seriamente debilitado, en concordancia con una consistente pérdida de credibilidad ciudadana en partidos, instituciones y políticos. Esto ha llegado, en algunos casos, al extremo de
hacer casi desaparecer partidos tradicionales bien conocidos y ha puesto en entredicho la fuerza y papel de formaciones políticas tradicionales.
En segundo término, podemos afirmar que resulta difícil avanzar en la consolidación de la democracia, si no se reconstituye un nivel de confianza aceptable en las instituciones y actores políticos principales. La
situación en este aspecto de partidos políticos, parlamentos, poderes ejecutivos, etc., deja mucho que desear y se constituye, en un contexto marcado por los problemas de gobernabilidad y cambio de patrones económicos
tradicionales, en una fuente de inestabilidad política a corto y mediano plazo.
La desconfianza ante las instituciones se hace extensiva a la desconfianza entre las personas y viceversa, lo cual resulta ligado a otros problemas más amplios, como el de la seguridad ciudadana y la insatisfacción general con el
desempeño de las fuerzas policiales en el combate a la delincuencia, el delito organizado, el nuevo delito de cuello blanco y los problemas de la corrupción administrativa y política.
En tercer término, se constata que la actitud de la ciudadanía frente a la política se caracteriza por su pasividad o indiferencia, por una reducida tendencia a comunicar sus demandas y poca voluntad de participar que vaya
más allá de votar. Este rasgo de una baja influencia ciudadana sobre las decisiones políticas puede obedecer tanto a la falta de confianza de los ciudadanos respecto de sus propias capacidades de influir sobre la
política, como, asimismo, porque las dirigencias fallan en dar respuesta a las expectativas de la gente. Esta tendencia a la indiferencia podría contribuir a deteriorar aún más la capacidad de respuesta y de
rendición de cuentas de los políticos y, por lo tanto, redundar en un mayor descontento.
En suma, la caída del apoyo a la democracia y del grado de satisfacción con la misma, ha de ser motivo de preocupación, ya que el continuo deterioro de la legitimidad que experimenta la democracia en la región no
sólo impide su consolidación, sino que incluso amenaza la supervivencia de los regímenes democráticos. Si bien la democracia sigue siendo la forma de gobierno que los latinoamericanos prefieren, sigue vigente el
desafío (común tanto a la ciudadanía como a los partidos políticos) de generar una cultura política democrática, verdadera argamasa institucional, capaz de hacer frente a los obstáculos que
actualmente dificultan la consolidación de la democracia en la región.
Por último, y antes de cerrar esta exposición, deseo hacer una reflexión final sobre el caso de Colombia. Según se desprende de los datos estudiados, Colombia comparte con los otros países latinoamericanos la
misma crisis de institucionalidad democrática. Repasemos brevemente: en promedio, del año 1996 al año 2000, el 58.4% de los colombianos manifestaban su preferencia hacia la democracia, porcentaje que cayó a un 35% en el
2001. Esto, como sabemos, encuentra explicación en numerosos factores, pero entre ellos, podemos señalar inequívocamente que existe una insatisfacción sostenida de la ciudadanía con las condiciones de vida y el
desempeño de los gobiernos democráticos que ha minado su fe en la noción de democracia. En efecto, aunque se acoge la figura de la democracia como sistema y forma de gobierno ideal, sus niveles de satisfacción con el
funcionamiento práctico de la misma bajan drásticamente. Los datos muestran que de un 35.5% de satisfacción obtenido en el sondeo de 1997, se bajó a 24% en 1998, repuntó un poco en el sondeo de 1999-2000 al
ubicarse en un 27% para finalmente caer en picada al 8.5% registrado en el año 2001. Los promedios del periodo se presentan en el cuadro 8, así como la tendencia a la baja respecto a la media regional.
Cuadro 8. Colombia: Promedios de apoyo y satisfacción con la Democracia
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�
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1996-2000 Promedio Colombia
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2001
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Media América Latina 2001
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Desviación 2001/media regional
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Apoyo a la democracia
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58.4
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36.3
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48
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(-11.7)
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Satisfacción con la democracia
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25.6
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8.5
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25
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(-16.5)
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Para reforzar nuestro análisis, deseo también hacer referencia al estudio realizado por el Observatorio de Opinión Pública de la Universidad de Los Andes, presentado en enero del año pasado, el cual hizo una
medición del nivel de confianza de los colombianos en las instituciones durante la década de 199016 . Este estudio señala que la sociedad colombiana hace frente a una crisis de orden social, que se
expresa como anomia, pérdida de confianza en las interacciones y un sentimiento de extremo desarreglo con respecto del sistema institucional. Los datos obtenidos durante la investigación indicaron que las instituciones de corte
político (partidos, congreso y sindicatos) cuentan con los menores niveles de confianza de la población, y por contraposición, la iglesia, las fuerzas armadas y la empresa privada son las instituciones con mayores niveles de
confianza y favorabilidad17 , tendencia que, como vimos, es coincidente con la que se da en la mayoría de los países de América Latina.
Los datos hablan por sí solos, y no son más que el reflejo del hastío de la ciudadanía con el funcionamiento de los procesos, actores y organizaciones fundamentales del sistema democrático, que no han sabido
satisfacer las expectativas de la población en cuanto a bienestar personal y nacional. No es coincidencia que la última encuesta publicada en Colombia, con información recopilada en enero de este año, refleje que un 83%
de los colombianos opinan que las cosas en el país van "por mal camino", y que las inquietudes principales del pueblo colombiano se refieren a la satisfacción de las necesidades de empleo (78%), solución al problema de la
violencia (34%) y de la guerrilla (20%)18 . Los datos arrojados por esta encuesta, más los del Latinobarómetro, ayudan a reforzar la realidad que se vive en toda Latinoamérica: que la mayoría de
los ciudadanos se sienten frustrados con el desempeño de sus sistemas democráticos; que las instituciones democráticas no han sabido responder a las demandas y necesidades de la ciudadanía, y que el reto de nuestras
democracias es precisamente empatar el funcionamiento de sus instituciones fundamentales con las demandas y expectativas de las poblaciones que la sustentan.
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