II. La evaluación de los sistemas electorales
II. La evaluación de los sistemas electorales
Contrariamente a décadas anteriores, cuando el debate sobre representación proporcional se basaba en concepciones normativas del buen gobierno o de teorías de formas de gobierno parlamentarias, hoy en día las
experiencias empíricas con los sistemas electorales constituyen instancias de control irrenunciables en el proceso de su evaluación. Desde la perspectiva científica, la opción por un determinado sistema electoral se funda
en este conocimiento empírico. Precisamente entre ambos, entre empirismo y opción, se ubican los juicios teóricos, algunos de los cuales queremos exponer a continuación. Éstos son fundamentales para la
comprensión posterior del análisis entre los criterios de evaluación y la comparación sistemática.
(1) No existe ningún sistema electoral ideal. Tanto los efectos como la deseabilidad de un sistema electoral dependen de distintos factores y variantes, entre otros tiempo y espacio. (2) A un sistema electoral se le pueden plantear
distintas exigencias, entre las cuales las más importantes son la representación (“justa”), la efectividad (en cuanto al funcionamiento del sistema político) y la responsabilidad (en la relación
elegido-votante). La teoría o la opción que sólo contemple una exigencia no es lo suficientemente abarcadora. (3) La valoración de las exigencias que se plantean a un sistema electoral depende de consideraciones
teórico-democráticas o de poder político-partidario. (4) Los sistemas electorales no pueden satisfacer las diferentes exigencias al mismo tiempo, en la misma medida y de manera absoluta. Más aún, los conflictos
entre diversos objetivos constituyen la regla; por consiguiente, los sistemas electorales concretos comparten la característica de satisfacer las exigencias más en un determinado sentido y menos en otro. (5) La opción por un
sistema electoral expresa indefectiblemente cuáles exigencias se valoran como cruciales y cuáles como marginales. En ocasiones, las opciones reflejan asimismo una falta de conocimiento de los problemas o ingenuidad, como si fuera
posible obtener un aumento de la capacidad funcional de un sistema electoral en un sentido, sin incurrir en costos en otros sentidos. (6) Los sistemas electorales que intentan satisfacer exigencias funcionales de distinta naturaleza constan, por lo
general, de un gran número de elementos (a veces contrapuestos) en compleja interrelación. Frecuentemente, su funcionamiento y sus efectos no resultan fáciles de comprender.
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