II. Acerca del factor "cultura pol�tica" relacionado con lo institucional
II. Acerca del factor "cultura política" relacionado con lo institucional
Lo dicho hasta aquí podría insinuar que -pese a la importancia que doy al contexto en el diseño de las instituciones- mi posición sería plenamente institucionalista. No es así. Los contextos culturales no
sólo cuentan en el momento de diseñar las instituciones, sino también en su manejo y funcionamiento. Es cierto que las instituciones pueden influir en los comportamientos, que pueden producir hábitos que concuerdan mejor con
el espíritu de las leyes y de las reglas, y con las funciones que tienen que ejercer para el bien común. Respecto al capital social y su creación, se está pensando que las instituciones y su manejo adecuado podrían
funcionar como fuente principal de su reconstrucción. Sin embargo, yo pienso que la incidencia del factor cultural en el funcionamiento de las instituciones en general es mucho mayor que el de las instituciones en el desarrollo cultural.
Esta tesis se comprueba al preguntarnos acerca de los factores que explican el cambio político en América Latina que pudimos observar en los dos últimos decenios. Con "cambio político" me refiero a la forma de gobernar, a
la nueva práctica de gobiernos de coalición, a la formación de mayorías institucionales, a las formas de conflicto y cooperación en el sistema de partidos políticos, a la alternancia en el gobierno -que es tal
vez la característica más sobresaliente en el cambio político de largo plazo. Quisiera destacar preferentemente el estilo parlamentarista de ejercer el presidencialismo. Este giro empezó en Bolivia, siguió en
Chile y se sumó Brasil. Uruguay se adhirió sólo cuando el tercer presidente tuvo éxito en su intento de constituir una coalicion. Finalmente fue en la Argentina donde se logró formar una alianza electoral para ejercer
un gobierno de coalición.
No entro en el debate sobre los pros y contras, ni tampoco en el análisis de cada caso, sabiendo bien que cada uno es un caso individual. Sin embargo, justamente debido a la heterogeneidad de las situaciones concretas de los cuales emergen los
gobiernos de coalición, es legítimo poner enfasis en esta tendencia común. Aunque hubo reformas institucionales -e incluso teniendo en cuenta las más significativas, como la modificación de la forma de elegir el
presidente, introduciendo la posibilidad de reelección- se puede decir que éstas no fueron tan transcendentes como para poder explicar este cambio. Vale destacar que el nuevo estilo de hacer política se imprimió en Chile, pese
a tener este país una constitución mucho más presidencialista que la anterior que rigió en tiempos de derrumbe de la democracia. O sea, las tendencias son opuestas: se combina un comportamiento más parlamentarista con
una constitución más presidencialista.
¿Cuáles son las causas de este cambio político, sino son de índole institucional? Entre las razones se pueden mencionar la experiencia histórica, con el derrumbe de la democracia y los factores considerados como
causas de ese derrumbe, la disminución del grado de polarización entre los partidos y -lo que vendría a estar relacionado con este último punto- la desaparición de una confrontación insuperable de distintos
modelos de Estado y sociedad. Se puede mencionar el mayor pragmatismo de los actores políticos y otros factores coadyudantes, como una mayor comprensión de su rol para mejorar la gobernabilidad. O sea, en contraste con el discurso tan usual
en América Latina, de responsabilizar a la institucionalidad vigente para las crisis de gobernabilidad democrática y por ende de las democracias, conviene hacer hincapié en la cultura política. En América Latina, el
cambio político que se observa no es tanto de índole institucional a través de reformas institucionales, sino de un comportamiento de los actores políticos más acorde con la institucionalidad existente, basándose
este nuevo comportamiento en un apredizaje histórico a partir de los derrumbes de las democracias. Esto conduce a que se aprovecha mejor los recursos de las instituciones políticas en función de mayor estabilidad de la democracia. Me
inclino a no indagar aquí en todos los fenómenos de comportamiento a nivel de las élites políticas que siguen cuestionando la democracia, como por ejemplo la corrupción.
Por falta de tiempo tampoco voy a entrar en el tema de la cultura política de las masas que siguen inclinadas, en estos tiempos de mayor injusticia e inseguridad sociales, a establecer relaciones clientelares y prebendalistas con los partidos
políticos, lo que va en contra del desarrollo de una democracia representativa comprometida con el bién común.
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