La imagen del PRI y de la democracia en México
por Andrés Rozental
En estos días de descanso escolar y empresarial - con muchos mexicanos
disfrutando de unas bien merecidas vacaciones- me encuentro en Londres con un
reportaje sobre nuestro país en el número de esta semana de la
prestigiada revista inglesa The Economist. Bajo la sección de noticias
sobre América Latina aparece un artículo intitulado Los dinosaurios
están sueltos de nuevo. Como introducción aparece la caricatura
de un dinosaurio dientudo, vestido de charro, guitarra en mano, con una lluvia
de billetes y boletas electorales cayendo sobre su sombrero con la leyenda "PRI".
El texto da cuenta de las polémicas victorias electorales de Ulíses
Ruiz en Oaxaca y de Jorge Hank Rhon en Tijuana y considera ambas como símbolos
de un inminente regreso del PRI al poder. Al analizar los resultados y hacer
referencia a prácticas que califica de remanentes del antigüo sistema
político, el reportaje termina con la conclusión de que estas
elecciones ponen en entredicho a la frágil democracia mexicana.
No estoy para nada de acuerdo con esta interpretación de lo sucedido
el domingo 1º de agosto en los comicios para gobernador de Oaxaca y Presidente
Municipal de Tijuana. Si los triunfos de Ruiz y Hank se confirman después
de las etapas de revisión que prevé la ley, se deberán
aceptar los resultados como expresión de voluntad popular. Si bien por
distintas razones pueden no gustar los candidatos electos, ello no implica que
nuestra democracia como tal se encuentra amenazada. Todo lo contrario. Precisamente
porque el libre juego electoral permite que ganen quienes más votos obtienen
-aunque los personajes nos caigan mal o los métodos utilizados para obtener
sus triunfos sean cuestionables para algunos- hay que reconocer las victorias
legalmente obtenidas. Con tal de cumplir con la ley y sujetarse a las reglas
del juego, la democracia funciona cuando una proporción importante del
electorado acaba decepcionado porque no logóa elegir a su candidato.
Así pasó con Fox en 2000 y seguramente así será
electo el próximo presidente en dos años.
The Economist relata los incidentes de violencia callejera, las acusaciones
de irregularidades en casillas electorales y la sospechosa caída del
sistema de cómputo que empañaron el voto en Oaxaca. En cuanto
a Tijuana, repite las sospechas de que en su campaña electoral Jorge
Hank compró votos con millones de dólares y que subsiste la interrogante
sobre su posible complicidad en el asesinato del editor de Zeta y en el trafico
de drogas. No aporta pruebas sobre ninguna de estas afirmaciones, pero concluye
diciendo que no obstante ello el escenario político mexicano es mucho
más competitivo y limpio hoy que hace dos décadas, aunque las
animosidades y controversias que generaron estas elecciones recuerdan un pasado
que muchos creían enterrado.
Últimamente han habido voces que ponen en duda la democracia latinoamericana
porque varios países han elegido a políticos de dudosas credenciales,
o porque sus ciudadanos muestran frustración con los pobres resultados
económicos de sus gobiernos. Hugo Chávez en Venezuela, Nestor
Kirchner en Argentina, Carlos Mesa en Bolivia y el Primer Ministro Latortue
en Haití son los ejemplos que más se mencionan para apoyar esta
tesis. Sin embargo, es igualmente cierto que en días recientes la región
ha dado muestras de una vida democrática vibrante y ejemplar. Sólo
hay que ver los casos del referéndum en Bolivia sobre el tema de su gas,
la decisión en Venezuela de proceder con el revocatorio de Chávez,
las elecciones locales en México y los dimes y diretes entre Lula y su
Congreso para concluir que la democracia latinoamericana se encuentra viva y
coleando. Puede ser que sus resultados dejen descontentos en el camino, pero
los hechos confirman que la región hoy es mucho más democrática,
libre y transparente que en el pasado.
¿Qué tiene que ver todo esto con la imagen de México?
El comentario de la revista inglesa me convence de que no conviene que dejemos
en manos de otros la interpretación de lo que sucede en nuestro país.
Desde la elección presidencial del 2000, México ha vivido una
experiencia democrática sin precedentes en su historia reciente. Debemos
defenderla, explicarla y presumirla ante el mundo. Cada vez más, los
resultados electorales serán crecientemente cerrados. En países
con democracias muy consolidadas, son a veces décimas de punto que separan
las planillas. No por ello deben automáticamente cuestionarse los resultados.
Si hay motivos para suponer fraude o malos manejos, hay que investigar y castigar
a los responsables. Pero si por el contrario ganan en buena lid aspirantes que
motivan más a los electores u ofrecen mejores programas, nos incumbe
aceptar los veredictos ciudadanos y dar nuestro apoyo a los que así resultan
gobernantes.
¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨¨
* El autor es Presidente del Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (www.consejomexicano.org)
y Socio fundador de Rozental & Asociados.
Correo electrónico:
[email protected]
|