Honduras 2005: primer vistazo a unas elecciones generales controversiales
Por Manuel Díaz-Galeas
[6 de diciembre de 2005]
Han pasado ya una semana y un día desde las elecciones generales llevadas
a cabo el pasado 27 de noviembre en la República de Honduras, en las
que el pueblo fue llamado a elegir Presidente y Vicepresidente, 128 nuevos diputados
para el Congreso Nacional y todas las alcaldías del país. En el
marco de una campaña política caracterizada por el enorme gasto,
la falta de propuestas que revelaran claramente la forma en cada uno de los
candidatos pretendía combatir la pobreza, elevar el nivel de vida de
los hondureños y sacar al país de la crisis económica;
el Partido Nacional en el gobierno, el Partido Liberal, principal fuerza de
oposición -ambos de derecha- y los minoritarios, Partido Unificación
Democrática, Partido Demócrata Cristiano y Partido Innovación
y Unidad, fueron a las urnas por séptima vez consecutiva en los últimos
25 años desde que los militares entregaron el poder. Con el fin de ganarse
la simpatía de un pueblo que cada vez participa con menor entusiasmo
y descree cada vez mas en una democracia que no logra dar respuestas a sus necesidades
mas urgentes, no logra enfrentar con éxito el flagelo de la corrupción
y mucho menos, reduce los niveles de miseria, pobreza y violencia en las que
sobreviven la mayoría de la población hondureña.
Pero ocho días después, el candidato nacionalista y actual presidente
del Congreso Nacional, Porfirio Lobo Sosa, no reconoce aún la victoria
-cerrada, pero victoria al fin- de su principal contrincante, el liberal José
Manuel Zelaya Rosales. Con casi la totalidad de las urnas escrutadas por el
Tribunal Supremo Electoral, el candidato liberal aparece como claro ganador.
Lo que al inicio fue reconocida como una acción lógica y comprensible
llevada a cabo por el Partido Nacional, en virtud de que el día de las
elecciones de forma increíble y vergonzosa el Presidente del Tribunal
Supremo Electoral, el liberal Arístides Mejía, actuando como un
activista más, se apresuro a reconocer la victoria de su partido y candidato
cuando únicamente se habían escrutado 151 urnas de las mas de
13 mil distribuidas en todo el país, ordenando finalizara el conteo de
votos para hacerlo en días posteriores porque el sistema había
colapsado y ratificando el triunfo de Zelaya Rosales basado en las encuestas
a boca de urna realizadas por los medios de comunicación; hoy, es visto
como una estrategia del Partido Nacional orientada a negociar impunidad para
muchos de sus miembros involucrados en actos de corrupción ocurridos
durante el gobierno del presidente Maduro y mantener para los próximos
cuatro años los negocios y privilegios obtenidos por su poderoso grupo
económico en la administración del actual mandatario.
Una vez concluido el proceso electoral el día 27 de noviembre, el jefe
de observadores de la Organización de Estados Americanos OEA, Frank Almaguer,
calificó a éste como limpio y transparente con una participación
ejemplar de la ciudadanía, pero la irresponsable actuación del
Tribunal Supremo Electoral, institución que debería ser imparcial,
neutral y seria, casi provocó que la sangre llegara al río. Ante
los ánimos exacerbados de los activistas de ambos partidos tradicionales,
un candidato que no reconocía su derrota y otro, el ganador; que desesperadamente
pedía la renuncia al Presidente Maduro y amenazaba con sacar al partido
liberal a las calles y mientras otros solicitaban sospechosamente la intervención
de las Fuerzas Amadas, fue nuevamente y como ha sucedido a lo largo de la historia
política de este país, la acción de la Embajada Americana
la que hizo que los ánimos se calmaran entre los políticos una
vez que se reunió el Embajador Ford con los candidatos Lobo y Zelaya
Rosales.
Después de esa reunión, ambos candidatos coincidían totalmente
en responsabilizar al Tribunal Supremo Electoral de la crisis en ciernes y llamaban
a sus correligionarios a esperar con prudencia los resultados y la declaración
de ganador, una vez realizado el conteo y ser reconocido como tal, por el cuestionado
ente electoral.
Una semana y un día después del proceso, una vez escrutadas casi
la totalidad de las urnas por el Tribunal Supremo Electoral que arroja una victoria
incuestionable del candidato José Manuel Zelaya Rosales quien supera
a Porfirio Lobo Sosa en casi un 4% de los votos, el Partido Nacional no reconoce
su derrota, antes bien, amenaza con impugnar aproximadamente 300 urnas electorales
en diversas regiones del país.
En conclusión, lo que paso es culpa única y exclusivamente de
ambos partidos políticos tradicionales que han gobernado conjuntamente
el país por más de cien años, debido a la desnaturalización
que han hecho de todas las instituciones del Estado, reflejadas en las crisis
que atraviesan la Corte Suprema de Justicia, el Ministerio Público y
ahora el Tribunal Supremo Electoral, producto de haber convertido a éstas
en centros de empleo para sus activistas, que las intervienen y manipulan en
función de intereses de sus caudillos y grupos de poder, convirtiéndolas
en sectarias, ineficientes e ineficaces. Una vez mas queda demostrado, esta
vez ante los ojos de todo el mundo, que la clase política hondureña
no está a la altura de las circunstancias actuales del país -en
realidad, nunca lo ha estado- ni de su propio pueblo ni de los retos y desafíos
que Honduras como nación enfrenta. Esta vez su incompetencia ha quedado
gravemente en evidencia.
|