Un complejo escenario de gobernabilidad para Kirchner
Por Julio Burdman
[15 de Mayo de 2003]
El 14 de mayo es un d�a especial en la historia de Carlos Menem. En 1989, un 14 de mayo ganaba su primera elecci�n presidencial. El 14 de mayo de 1995, lograba su reelecci�n. Y ocho a�os despu�s, un 14 de mayo, renuncia a la segunda vuelta electoral creando un escenario pol�tico in�dito en la Argentina.
Menem argumenta su renuncia en la superaci�n de la antinomia 'menemismo-antimenemismo'. La que, reeditando en cierta forma la historia de Per�n, se convert�a en el centro de la pol�tica argentina. Estrat�gicamente, estim� que su posici�n -y la de lo que se conoce como 'menemismo', que no es m�s que un reducido n�mero de dirigentes sin estructura territorial- ser�a m�s s�lida al retirarse de la competencia habiendo 'ganado' en primera vuelta, que enfrentando una derrota aplastante. Muchos dirigentes provinciales y municipales que ahora deber�n enfrentar las elecciones que vienen, fueron de esta opini�n. El C�digo Electoral Nacional -que reglamenta a la Constituci�n en la materia- dice claramente que, en caso de renuncia de una de las f�rmulas, se proclamar� a la otra. Kirchner asumir�a el poder en diez d�as.
La renuncia afecta, en lo inmediato, a las formas de la sucesi�n: deja a Kirchner con muy poca "luna de miel" ante la opini�n p�blica. Un ballottage le hubiera permitido un triunfo por amplio margen, superando tal vez la votaci�n que obtiene el propio Per�n, en septiembre de 1973, cuando lograba el 61,9% de los votos; ese triunfo importante, sin embargo, hubiera tenido impacto en el per�odo inicial, ya que el respaldo real surge de la primera vuelta y no del ballottage -nadie en Francia cree que Chirac haya sido votado por el 82% de los franceses. Pero ya no lo tiene.
Por lo tanto, de haber podido ser el presidente m�s votado de la historia, superando a Per�n en 1973 -las encuestas le atribu�an a Kirchner dos de cada tres votos v�lidos- pasar� a ser el menos votado, con menos a�n que el radical Illia en 1963 -que llega al poder con el 25%de los votos solamente.
La comparaci�n con Illia, sin embargo, es poco feliz, ya que aquella fue una experiencia inestable en el contexto de un pa�s habituado a los trinfos mayoritarios y los liderazgos predominantes. Con s�lo el 22%, Kirchner se ver�a forzado, como nunca antes en la historia argentina, a llamar a un gobierno de coalici�n en el que Duhalde se convertir�a en pieza clave.
El debate sobre la gobernabilidad y los mecanismos institucionales para afrontar esta in�dita renuncia ocupar�n la discusi�n de los pr�ximos d�as. La clave de estos d�as claves, ser� la resoluci�n del conflicto potencial alrededor de la renuncia de Menem.
Duhalde, nuevamente, aparece como el gran ganador del juego pol�tico nacional. El calendario electoral de lo que resta del a�o, con elecciones legislativas y de gobernador, mostrar� el fortalecimiento del movimiento peronista, pese a su divisi�n electoral.
El conjunto del peronismo ser�, por definici�n, la base de gobernabilidad de Kirchner; el espacio natural donde podr� buscar apoyos y respaldos para gobernar. A su vez, Kirchner parte con diferentes niveles de respaldo entre los radicales y frepasistas en el Congreso y las gobernaciones. Por lo tanto, si sum�ramos a todos los que potencialmente podr�an respaldar a Kirchner, sin oposici�n articulada, estamos hablando de la gran mayor�a del sistema pol�tico argentino. Sin embargo, su n�cleo duro de apoyo es significativamente d�bil: en una pol�tica provincializada y 'territorializada' como es la argentina tras la profunda crisis que comienza casi dos a�os atr�s, el "kirchnerismo"-por provenir de la segunda provincia m�s chica del pa�s- es inexistente.
Entre ambos extremos, entre el todo y la nada, est� la alianza de Kirchner y Duhalde, la base de sustentaci�n de su llegada al poder. Kirchner depender� tanto de Duhalde, el nuevo 'hombre fuerte' de la Argentina tras la renuncia de Menem, que es probable que el comienzo de su gobierno sean dif�ciles de distinguir. En un pa�s sin cultura de consensos como el nuestro, la fragmentaci�n pol�tica que deriv� en esta nueva crisis presenta un desaf�o importante a la gobernabilidad de los a�os venideros.
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