Las elecciones legislativas en Colombia
Por Humberto de la Calle
[22 de marzo de 2006]
Las elecciones del pasado 12 de marzo en Colombia provocan reflexiones tanto
en el campo político como en el terreno de los efectos del nuevo sistema
electoral, estrenado ese día. De igual modo, tienen repercusiones en el
manejo de los movimientos ilegales y de la presencia de los grupos de autodefensa
en el Congreso.
El panorama político
Es indiscutible que el Presidente Álvaro Uribe ha recibido un fuerte
apoyo lo cual se refleja en un nuevo impulso a su campaña por la reelección.
Además, si obtiene el favor del voto popular en las elecciones presidenciales
de Mayo, su amplia mayoría en el nuevo Congreso favorece su gobernabilidad
y le permitirá desarrollar con cierta holgura su agenda en el Congreso,
al menos durante los dos primeros años de su segundo mandato.
En efecto, los diversos grupos que apoyan la gestión de Uribe obtuvieron
el control del Senado con una mayoría del 66% y un nivel algo menor,
pero bastante cómodo, en la Cámara de Representantes.
El tradicional Partido Liberal ha sufrido un revés. Cuando se esperaba
que sería la primera fuerza en el Congreso, obtuvo sólo el 17%
del Senado, cayendo al tercer lugar, después, inclusive, del Partido
Conservador, con el 18%. Es la primera vez en medio siglo que los liberales
son derrotados por el Partido Conservador, el otro pilar tradicional del rancio
y ahora debilitado bipartidismo colombiano. Lo que ha ocurrido, en verdad, es
que muchos líderes liberales, especialmente en la provincia, han emigrado
hacia alguno de los varios movimientos que apoyan a Uribe. En cuanto a la consulta
liberal (elección interna de candidato de cara a las elecciones de Mayo),
ha ganado Horacio Serpa, algo que se daba por descontado. Sin embargo, los analistas
han mostrado sorpresa por la alta votación de sus rivales Rafael Pardo
y Rodrigo Rivera, cuya votación sumada, prácticamente iguala a
la de Serpa, quien repite candidatura presidencial por tercera vez.
Las fuerzas de izquierda, agrupadas en el Polo Democrático Alternativo,
han aumentado ligeramente su presencia en el Congreso (11%) y han dirimido,
en forma sorpresiva, sus elecciones internas a favor de la candidatura de Carlos
Gaviria, quien derrotó al líder tradicional Antonio Navarro quien
ha sido uno de sus principales voceros desde 1991, cuando se hizo la paz con
el grupo guerrillero M-19 alrededor de la Constitución de ese año.
En lo inmediato, el gran desafío de los dos grupos opositores principales
(Partido Liberal y Polo Democrático) es forzar una segunda vuelta presidencial
para forjar una alianza que les permita oponerse a la reelección de Uribe.
Si ello no es posible, esto es, si Uribe gana en primera vuelta (porque obtenga
a lo menos el 50% de los votos), es improbable una alianza previa que signifique
un pacto alrededor de un solo candidato, aunque seguramente habrá compromisos
tácticos entre las dos fuerzas opositoras.
A futuro, no obstante, el Liberalismo tendrá que decidir si continúa
en la oposición (no se puede olvidar que Uribe ha pertenecido desde siempre
al liberalismo, del cual sólo se separó en 2002) y, en tal caso,
si opta por una línea dura en competencia con la izquierda o si, algo
más cercano al talante de su jefe el ex presidente César Gaviria,
opta por una oposición moderada que no excluya puntos de contacto con
el gobierno. El otro gran tema es el de la conciliación entre matices
socialdemócratas y fuerzas orientadas hacia la economía de mercado,
que todavía conviven con cierta dificultad en el seno del liberalismo.
En cuanto al Polo Democrático, en su seno cohabitan diversos matices
de izquierda. Navarro, pese a su pasado guerrillero, había optado por
una línea relativamente moderada, más inspirada en principios
socialdemócratas que en acendrados ideales marxistas. Al ganador, Carlos
Gaviria Díaz, antiguo presidente de la Corte Constitucional, tampoco
se le reconoce como excesivamente radical, pero el pulso interno continuará
porque las fuerzas situadas más a la izquierda mantienen su vocería,
faltando en la escena otro líder de la izquierda, Luis Eduardo Garzón,
quien por estar actualmente al mando de la alcaldía de Bogotá,
estuvo relativamente marginado de la disputa. En todo caso, sea de ello lo que
fuere, la consolidación de las fuerzas de izquierda democrática
en el plano electoral, es una buena noticia en un país que ha sufrido
durante casi 50 años los rigores del conflicto armado interno.
Por fin, desde la perspectiva de los seguidores de Uribe, éstos se han
agrupado principalmente en 5 fuerzas separadas, resultado determinado a veces
por afanes personalistas, otras veces por inercias de carácter organizacional.
La fuerza mayoritaria en este campo, el Partido de la U, tiene el desafío
de lograr mayor coherencia y articulación, dentro de un propósito
de consolidar un partido que vaya más allá de la figura del Presidente
Uribe.
Reforma Política
Como se dijo, Colombia estrenó sistema electoral para Congreso. La llamada
reforma política incluyó los siguientes elementos básicos:
la puesta en vigor del umbral (2% en el Senado) para eliminar los pequeños
partidos, una enfermedad dispersiva que llegó a tener su clímax
hace 4 años cuando el país contaba con alrededor de 70 partidos,
muchos de los cuales fueron calificados por los analistas como simples microempresas
electorales. La jerga política avaló la expresión "operación
avispa" en referencia a una deformación práctica del antiguo
sistema (cociente racional de Hare) en virtud de la cual, dentro de un ingenioso
y sofisticado proceso de ingeniería electoral, cada candidatura buscaba
obtener un escaño con el menor de los residuos posibles. En la práctica,
de un sistema de lista cerrada, se pasó a votaciones uninominales que
despedazaron los partidos y dificultaron la gobernabilidad, en vista de que
el gobierno tenía que entenderse con cada uno de estos barones electorales.
Un segundo elemento fue la implantación de la lista única por
partido, como antídoto para la "operación avispa". En
cuanto a la determinación de los titulares de los escaños, en
vista de que la discusión encalló en el Congreso, se abrió
un singular sistema: voto preferente o lista cerrada, a elección de cada
partido, lo cual ha generado confusión y dificultades durante el escrutinio.
A su vez, también con el propósito de reforzar la reagrupación,
se cambió el sistema del cociente electoral por la llamada cifra repartidora,
sistema D´Hont.
El efecto hasta ahora ha sido variopinto. De 70 partidos se pasó a 20
al comienzo de la campaña y sólo sobreviven 10 una vez transcurridos
los comicios. Pero este resultado rutilante se ve ensombrecido por cuanto el
voto preferente, utilizado por la mayoría de los partidos, ha mantenido
un personalismo supérstite. Una cuarta pieza clave, aún por ensayar,
es la ley de bancadas que obligaría a los congresistas votar en bloque,
previa discusión interna, salvo en asuntos de conciencia. Algunos temen
que una ley de bancadas demasiado laxa, termine arruinando los avances de la
reforma política.
Grupos ilegales
Aunque falta mayor información sobre la Cámara Baja (donde las
caras nuevas se acercan al 70%), en el Senado las fuerzas que se suponen ligadas
al fenómeno paramilitar y/o narcotraficante han disminuido y, de paso,
algunos de sus voceros más caracterizados han quedado por fuera. En todo
caso, es claro que no han mejorado su posición, aunque un análisis
más detallado deberá hacerse en el futuro.
Lo que es un hecho es que estas fuerzas no tienen capacidad de paralizar la
acción de Álvaro Uribe, en caso de que sea reelegido, aspecto
de vital importancia para Colombia en el inmediato futuro.
En conclusión, pese a la alta abstención (alrededor del 60%,
cifra que, no obstante, ha sido crónica en la historia electoral de Colombia)
y a los frustrados intentos de la guerrilla de desestabilizar la jornada electoral,
Colombia ha dado una nueva muestra de consolidación de su larga tradición
democrática.
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